Entre el 12 de julio y el 14 de agosto de 2006, Israel y el grupo chiita libanés Hezbolá libraron una guerra devastadora que dejó más de 1.200 muertos y causó enormes daños en el Líbano. Aunque el conflicto duró apenas 34 días, sus consecuencias se sintieron durante años, exacerbando las tensiones en Medio Oriente y redefiniendo la relación entre ambos bandos.
El conflicto entre Israel y Hezbolá tiene raíces profundas, pero el detonante inmediato fue un ataque el 12 de julio de 2006. Combatientes de Hezbolá cruzaron la frontera entre Líbano e Israel, emboscaron una patrulla israelí, mataron a tres soldados y secuestraron a otros dos. Este hecho fue visto por Israel como una provocación directa y, en respuesta, lanzó una ofensiva militar a gran escala sobre Líbano.
Hezbolá, respaldado por Irán y Siria, respondió con un intenso bombardeo de cohetes sobre el norte de Israel. En cuestión de días, la guerra se extendió con ataques aéreos israelíes sobre Beirut y el sur de Líbano, mientras que los milicianos de Hezbolá intensificaron su ofensiva con misiles contra ciudades israelíes.
El desarrollo de la guerra
Desde el inicio, Israel implementó una estrategia basada en bombardeos aéreos y un bloqueo naval con el objetivo de destruir la infraestructura de Hezbolá. Sin embargo, la resistencia del grupo libanés fue más fuerte de lo esperado. Utilizando túneles, lanzadores de cohetes móviles y tácticas de guerrilla, Hezbolá logró infligir bajas significativas al ejército israelí.
A lo largo del conflicto, Israel bombardeó el sur de Líbano y atacó posiciones estratégicas en Beirut. La ofensiva israelí causó la muerte de más de 1.000 civiles libaneses y desplazó a casi un millón de personas. Por su parte, los ataques de Hezbolá con cohetes sobre ciudades como Haifa y Kiryat Shmona causaron decenas de víctimas y generaron miedo entre la población israelí.
El alto el fuego y sus consecuencias
Tras semanas de combates, la comunidad internacional presionó para alcanzar un alto el fuego. El 11 de agosto, el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó la Resolución 1701, que exigía el cese de las hostilidades y el despliegue de fuerzas internacionales para supervisar la retirada israelí.
El 14 de agosto, el alto el fuego entró en vigor. Israel se retiró gradualmente del sur de Líbano, mientras que las fuerzas de la ONU y el ejército libanés tomaron el control de la zona. Sin embargo, Hezbolá no fue desarmado y mantuvo su influencia en la región.
Repercusiones del conflicto
A pesar del daño causado, la guerra de 2006 no tuvo un claro ganador. Israel no logró su objetivo de destruir a Hezbolá, y el grupo libanés emergió fortalecido al haber resistido la ofensiva israelí. A nivel político, el líder de Hezbolá, Hassan Nasrallah, ganó popularidad en el mundo árabe, mientras que en Israel, la guerra fue considerada un fracaso militar y estratégico, lo que debilitó al gobierno de Ehud Olmert.
El conflicto también tuvo consecuencias humanitarias devastadoras. La infraestructura del Líbano quedó gravemente dañada, con miles de edificios destruidos y un colapso económico que tardó años en superarse. Israel, por su parte, invirtió millones de dólares en mejorar sus defensas y prepararse para futuros enfrentamientos con Hezbolá.
A pesar del alto el fuego, las tensiones entre Israel y Hezbolá nunca desaparecieron. Desde 2006, ambos bandos han tenido enfrentamientos esporádicos, y la posibilidad de un nuevo conflicto sigue latente. La guerra de 2006 demostró que la lucha entre Israel y Hezbolá no era solo un enfrentamiento militar, sino parte de un conflicto regional más amplio que sigue sin resolverse.