El 21 de febrero de 2022, el líder del Partido Popular (PP), Pablo Casado, sorprendió a la política española al anunciar que dejaba su escaño en el Congreso de los Diputados y, de facto, renunciaba a la presidencia del partido. Este hecho, que se produjo tras una tensa reunión con los barones territoriales del PP, marcó el fin de una etapa llena de conflictos internos dentro de la formación conservadora y el principio de una nueva etapa para el partido. La decisión de Casado se produjo en un contexto de intensa presión por parte de los líderes regionales del PP, quienes habían expresado su desacuerdo con la gestión del partido a nivel nacional.
La salida de Casado fue el punto culminante de meses de divisiones internas en el PP, que ya venían gestándose a raíz de las crecientes tensiones con Isabel Díaz Ayuso, la presidenta de la Comunidad de Madrid. La relación entre ambos había comenzado a deteriorarse después de las elecciones autonómicas de Madrid de 2021, en las que Ayuso obtuvo una victoria histórica para el PP. A partir de ese momento, la presidenta madrileña fue adquiriendo un papel cada vez más protagonista dentro del PP, lo que provocó un distanciamiento con Casado, quien veía en Ayuso una competencia política interna que socavaba su liderazgo. La tensión entre ambos escaló en diversos conflictos públicos y luchas de poder dentro del partido, lo que llevó a que varios barones territoriales comenzaran a cuestionar la dirección de Casado.
La reunión con los barones del PP fue la culminación de un proceso de desgaste en el liderazgo de Casado. En este encuentro, los líderes regionales, entre ellos Fernando López Miras de la Región de Murcia, Alfonso Fernández Mañueco de Castilla y León y Juanma Moreno de Andalucía, expresaron abiertamente su descontento con la estrategia y el rumbo del partido bajo la dirección de Casado. Muchos de ellos consideraban que el PP no estaba aprovechando las oportunidades políticas para enfrentarse al gobierno de Pedro Sánchez y que, en lugar de consolidarse como una alternativa seria para las próximas elecciones generales, el partido estaba dividido y perdiendo apoyo en el electorado.
Ante esta situación, Casado decidió dar un paso al costado. Su dimisión fue interpretada por muchos como una salida forzada ante la presión interna del partido. En su discurso de despedida, Casado aseguró que su decisión respondía a la necesidad de facilitar la unidad del PP y de evitar que las disputas internas siguieran perjudicando la imagen del partido. Sin embargo, su renuncia fue vista por muchos como un reconocimiento de que su liderazgo había perdido legitimidad y apoyo dentro de la formación. A pesar de los intentos de Casado por mantenerse al frente del partido, el liderazgo de Ayuso, con su creciente popularidad, se había convertido en un factor insostenible.
La salida de Casado dejó al PP en una situación de incertidumbre, ya que el partido se encontraba en plena lucha interna por definir su liderazgo y su futuro. La figura de Isabel Díaz Ayuso comenzó a ganar fuerza rápidamente, y varios sectores del PP comenzaron a ver en ella la figura más adecuada para liderar el partido en el futuro. La presión sobre Casado por parte de los barones territoriales era, en muchos sentidos, una manifestación de la fortaleza de Ayuso dentro del PP, que no solo tenía el apoyo de Madrid, sino que también era vista como una de las principales figuras de la derecha en España.
Tras la dimisión de Casado, el PP se sumió en un periodo de incertidumbre política y de reflexión interna. La unidad del partido era uno de los principales desafíos a enfrentar, ya que las tensiones internas no solo afectaban a la relación con Ayuso, sino también a la forma en que el PP podía organizarse para afrontar las elecciones generales previstas en 2023. La transición interna también suscitó dudas sobre el futuro de Pablo Casado en la política, ya que su salida del liderazgo del PP no solo significaba la pérdida de su cargo, sino también un desgaste significativo de su imagen pública.
En cuanto a la presidencia del partido, Teodoro García Egea, secretario general del PP y uno de los principales aliados de Casado, también se vio afectado por la crisis interna y terminó anunciando su dimisión poco después de la salida del líder. Este cambio en la cúpula del partido dejó un vacío de poder que tuvo que ser cubierto rápidamente con la convocatoria de un congreso extraordinario para elegir un nuevo líder. Durante este periodo de transición, varios nombres comenzaron a sonar para tomar las riendas del PP, siendo Ayuso la principal figura con apoyo en las bases del partido.
La dimisión de Pablo Casado marcó el fin de una etapa turbulenta para el Partido Popular y abrió un nuevo capítulo en la política española. La tensa reunión con los barones territoriales y el posterior anuncio de su salida evidenció la profunda crisis interna que atravesaba el partido, y su renuncia representó la necesidad de refundación del PP en un momento clave para su futuro político. La figura de Isabel Díaz Ayuso se consolidó aún más como la principal opción para liderar el PP, y la crisis de liderazgo dejó claro que la unidad interna y la capacidad para enfrentar los retos electorales serían los grandes desafíos del partido en los próximos años.