El 24 de julio de 2013, España vivió uno de los accidentes ferroviarios más trágicos de su historia cuando un tren de alta velocidad descarriló en la curva de A Grandeira, a escasos kilómetros de la estación de Santiago de Compostela. El siniestro, que ocurrió en vísperas de la festividad del Apóstol Santiago, dejó un saldo de 80 muertos y más de 140 heridos, marcando para siempre a las víctimas, sus familias y el sistema ferroviario español.
El tren Alvia 04155, que cubría la ruta Madrid-Ferrol, circulaba con 218 pasajeros a bordo cuando, al llegar a la curva de A Grandeira, descarriló violentamente debido a un exceso de velocidad. Según la investigación oficial, el convoy circulaba a 191 km/h, cuando el límite en ese tramo era de 80 km/h. Las imágenes captadas por las cámaras de seguridad mostraron el momento en que el tren se salió de la vía, provocando que varios vagones chocaran contra un muro de hormigón y se apilaran unos sobre otros en una escena dantesca.
El impacto fue tan fuerte que algunos vagones quedaron completamente destrozados, atrapando a decenas de pasajeros en su interior. La magnitud del desastre activó de inmediato los protocolos de emergencia, movilizando a equipos de rescate, bomberos, policía y personal sanitario. Vecinos de la zona también se unieron a los esfuerzos, ayudando a sacar a los heridos de los restos del tren.
Las primeras investigaciones apuntaron a que la tragedia se debió a un error humano. El maquinista del tren, Francisco José Garzón, reconoció que no redujo la velocidad a tiempo antes de la curva, lo que provocó el descarrilamiento. Las grabaciones de la caja negra del tren revelaron que Garzón recibió una llamada de un supervisor de Renfe poco antes del accidente, lo que pudo haberlo distraído en un momento crucial. Aunque el maquinista logró sobrevivir al impacto, fue señalado como el principal responsable de la tragedia y posteriormente enfrentó un juicio por homicidio imprudente.
Además, el siniestro puso en evidencia fallos en las medidas de seguridad ferroviaria. El tramo donde ocurrió el accidente no contaba con el sistema de control de velocidad ERTMS, que habría impedido que el tren superara los límites establecidos. En su lugar, solo estaba operando el sistema ASFA, que no detiene automáticamente el tren en caso de exceso de velocidad.
La tragedia de Santiago de Compostela dejó un profundo impacto en España. En un día que debía ser de celebración, el país quedó conmocionado por las imágenes del siniestro y las desgarradoras historias de las víctimas.
Familiares de los fallecidos y supervivientes iniciaron una larga lucha para exigir responsabilidades y que se mejoraran las condiciones de seguridad en la red ferroviaria. Asociaciones de víctimas denunciaron que el accidente no fue solo consecuencia de un error humano, sino también de una negligencia estructural en el sistema ferroviario.
El accidente obligó a Renfe y Adif a reforzar los protocolos de seguridad y a implementar medidas para evitar que un siniestro de esta magnitud volviera a repetirse. Se mejoró la instalación de sistemas de control automático de velocidad y se modificaron protocolos de comunicación con los maquinistas para reducir riesgos.
Tras años de investigaciones y juicios, en 2023 el maquinista Francisco José Garzón fue condenado a cuatro años de prisión por su responsabilidad en el accidente. Sin embargo, muchas víctimas consideraron insuficiente la sentencia, señalando que las fallas estructurales también debían ser juzgadas.
El descarrilamiento del tren Alvia 04155 en Santiago de Compostela sigue siendo un doloroso recuerdo en la memoria colectiva del país. Cada año, en el aniversario del accidente, familiares y supervivientes rinden homenaje a las víctimas y exigen que tragedias como esta no se repitan jamás.