A finales de 2010, el mundo presenció el comienzo de uno de los movimientos sociales más significativos de la historia reciente: la Primavera Árabe. En diciembre, un joven tunecino llamado Mohamed Bouazizi se inmoló en protesta contra el abuso policial en su país, lo que desencadenó una serie de protestas masivas que llevaron a la caída del régimen del presidente Zine El Abidine Ben Ali en Túnez.
El acto de Bouazizi, que se convirtió en un símbolo de la opresión social y política en Túnez, desató un levantamiento popular en el país. Durante semanas, miles de ciudadanos se manifestaron en las calles exigiendo el fin de la corrupción y el respeto a los derechos humanos. La respuesta violenta del gobierno de Ben Ali solo intensificó las protestas, que finalmente llevaron a su huida a Arabia Saudita el 14 de enero de 2011.
La caída del régimen tunecino inspiró protestas similares en otros países árabes, como Egipto, Libia, Siria y Yemen, entre otros. La Primavera Árabe se caracterizó por el uso de las redes sociales para organizar manifestaciones y difundir información, lo que permitió que las voces de los manifestantes llegaran a una audiencia global. Los jóvenes jugaron un papel crucial en la organización de estas protestas, exigiendo cambios políticos y reformas sociales en una región caracterizada por gobiernos autoritarios.
El impacto de la Primavera Árabe fue profundo y cambió la política de la región. En algunos países, como Túnez y Egipto, las protestas dieron lugar a cambios democráticos y elecciones libres. Sin embargo, en otros, como Siria y Libia, las manifestaciones desembocaron en guerras civiles que desestabilizaron aún más la región.