El 8 de octubre de 2005, un devastador terremoto de magnitud 7.6 sacudió la región de Cachemira, una zona montañosa dividida entre Pakistán e India. La ciudad de Muzaffarabad, capital de la Cachemira pakistaní, fue la más afectada, con edificios colapsados, carreteras destruidas y miles de personas atrapadas bajo los escombros.
El desastre dejó más de 87,000 muertos, más de 75,000 heridos y al menos 3.5 millones de personas sin hogar, convirtiéndose en uno de los terremotos más mortales del siglo XXI. En las zonas rurales, muchas aldeas quedaron completamente arrasadas, y el acceso a la ayuda humanitaria fue extremadamente difícil debido al colapso de la infraestructura.
Pakistán declaró el estado de emergencia y solicitó ayuda internacional. Equipos de rescate de todo el mundo acudieron a la región para asistir en la búsqueda de sobrevivientes. Sin embargo, la respuesta inicial fue lenta debido a la dificultad del terreno montañoso y la falta de preparación para un desastre de tal magnitud.
En los meses siguientes, la comunidad internacional contribuyó con millones de dólares en ayuda humanitaria, pero la reconstrucción fue un proceso largo y complejo. Muchas familias tuvieron que enfrentar inviernos extremadamente fríos sin refugio adecuado, lo que agravó aún más la crisis humanitaria.
El terremoto de Cachemira puso en evidencia la vulnerabilidad de la región ante los desastres naturales y la necesidad de mejorar la preparación y respuesta ante emergencias. Años después, sus efectos aún se sentían en las comunidades afectadas, con miles de personas luchando por reconstruir sus vidas en una región históricamente conflictiva.